Por Daniel Flores

Una constelación es un grupo de estrellas que forman en el cielo nocturno un dibujo imaginario: un objeto, un animal o una persona. Las constelaciones nacen para hacer al cielo más humano. Seguramente (ninguno de nosotros estuvo ahí, lamentablemente) cuando a alguien se le ocurrió comenzar un estudio serio de los puntos luminosos que están sobre nuestras cabezas, tuvo que empezar de alguna manera. Debe haber observado las posiciones, colores y las estrellas que se rodeaban mutuamente.

Siempre hemos intentado que lo que nos rodea sea parecido a nosotros. ¿Y si vemos cierto patrón familiar entre varios puntos? Por ejemplo, veo una forma más o menos rectangular y por simple familiarización, le pongo a ese grupo de puntos "El teclado". Como acabo de nombrar mi agrupación de estrellas "El teclado", antes puede cualquier persona haber encontrado una similar con forma de libro o cualquier otra forma rectangular. Así multiplicado por cada observador, se obtienen millones de grupitos de estrellas. Literalmente, eso son las constelaciones: grupos de estrellas al que alguna persona le vio cierto patrón y lo asoció con algo de su ambiente. Así nacieron Orión, Tauro, Ofiuco, El tucán, etc.

Si se toma el trabajo de pasear por donde se conserven algunas culturas antiguas podrá notar como de una a otra varía la nomenclatura del mismo grupo de estrellas. Oficialmente (oficial: lo decidido por la Unión Astronómica Internacional, cuyas siglas inglesas son IAU), se aceptan 88 constelaciones. A pesar del uso de computadoras y otros artefactos modernosos, se sigue usando la identificación por constelación. No hay nada más fácil que un astrónomo llame a un colega par decirle "Observá la estrella W de la constelación Sagitario". El otro inmediatamente se hace a la idea de por donde buscarla, que siempre va a ser más simple que imaginar la posición de la estrella FC31635590, cuyo paradero no conoce de memoria.

Hasta nosotros han llegado constelaciones de la tradición griega, romana, algo de árabe y mucho de invento reciente en el Hemisferio Sur. Todas las del Hemisferio Norte datan de mucho tiempo atrás. Han sobrevivido con su nombre en latín (con todo lo que ello conlleva) y las más importantes tienen un trasfondo mitológico griego. Un ejemplo muestra lo siguiente: Taurus desde hace cinco mil años es conocido como un toro. Para los griegos, esta constelación era Zeus disfrazado de toro blanco para enamorar a Europa, lo que funcionó. Esta le acarició y montó en su lomo, el toro aprovechó que había logrado su propósito y volvió al cielo en seguida, en donde reasumió su forma anterior.

Esto para el Norte, donde se hicieron mapas y catálogos enteros a partir de esto. Al Sur no había nada hecho por el hombre europeo, se tenían constelaciones aborígenes por todo el continente sudamericano. Se tenía al Choique que, en la actual Cruz del sur, simbolizaba la huella de un ñandú (ave corredora típica americana, simil del avestruz, pero menor) para los indígenas de la Patagonia argentina, y en la misma Cruz se veía en Brasil (para el pueblo Warao) un pavo.

El principal esfuerzo por graficar los cielos australes fue el de Nicolas Louis de Lacaille, quien entre 1750 y 1754 graficó 14 constelaciones nuevas visibles desde la locación de su observatorio en el Cabo de Buena Esperanza. Su esfuerzo es reconocido actualmente y muchos de sus diseños se mantienen oficialmente. Algunas rarezas de Lacaille son Antlia (la máquina neumática), Caelum (el cincel) o Norma (la escuadra). Algunos no perduraron, lamentablemente.

Nombres de las 88 constelaciones oficiales

La primera columna de la tabla es el nombre oficial de la constelación, en latín. La segunda es la traducción al castellano de ese nombre. La tercera es la forma latina que se usa para formar los nombres de las estrellas de esa constelación (por ejemplo "alfa Sagittae", "61 Cygni" o "Spica Virginis"). La cuarta columna es la abreviatura oficial de tres letras, para uso en nombres de estrellas abreviados (alfa Sge, 61 Cyg, alfa Vir).