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Además del Sol, la Luna y los planetas, podemos observar también otras "curiosidades" celestes que veremos en este artículo.

 

La Vía Láctea

via lacteaEstá constituida por una agrupación de estrellas más densa respecto al resto del cielo, y representa un sector de nuestra galaxia visto desde el interior.

Le sugerimos colocarse una noche en un lugar apartado de las grandes ciudades para que sus ojos se acostumbren a la oscuridad y espere, relajado, observando la bóveda celeste. Observar la multitud de estrellas que constituyen la Vía Láctea es uno de los mayores espectáculos del firmamento. En verano, verá una gigantesca franja lechosa e irregular, que atraviesa la bóveda celeste, aspecto que le ha valido su nombre desde la época de la Grecia Antigua.

Las constelaciones

No son objetos celestes propiamente dichos ya que constituyen una agrupación arbitraria de estrellas para formar una figura, en general animal o mitológica. La nomenclatura de las constelaciones y las estrellas del Hemisferio Norte data de la Antigua Grecia. Existen mapas disponibles en la Web, en función del día del año y de la hora de observación, con una vista completa y orientada de las constelaciones visibles en ese momento. La iniciación a la astronomía pasa también por esta etapa y permite más tarde orientarse fácilmente en medio de todas las estrellas y localizar rápidamente el Sur celeste,  con la estrella más luminosa del cielo (Sirio, del Can Mayor), por ejemplo.

Las estrellas fugaces 

Si prolongas tu observación, podrás ver puntos luminosos continuos que dejan una estela que atraviesa rápidamente el cielo: las estrellas fugaces. Son meteoritos que a menudo no pesan más de un gramo pero que entran en combustión calentándose por frotamiento en el momento de su penetración en la atmósfera terrestre, más densa. Se pueden ver varias decenas en una noche. Ciertas noches son particularmente favorables a su observación puesto que la Tierra, en su órbita, atraviesa regularmente nubes de meteoritos muy conocidas por los astrónomos.

Otros objetos celestes

P1_McNaughtSe pueden ver otros muchos fenómenos a ojo desnudo, entre ellos, los cometas, interesantes y a veces magníficos como el cometa 1P/Halley, visto en 1910 y en 1986, o que pudimos apreciar en enero de 2007 desde nuestro hemisferio sur: el cometa McNaught.

 

Hay también diversos objetos (galaxias, cúmulos globulares y nebulosas ) visibles sin instrumentos, pero únicamente bajo la apariencia de manchas lechosas, salvo las Pléyades, en la constelación de Tauro, donde se distinguen las diferentes estrellas.

Además de las estrellas individuales o constelaciones, hay otros objetos que llaman mucho más la atención del aficionado:

Estrellas variables
Estrellas dobles o múltiples
Cúmulos abiertos y globulares
Nebulosas
Galaxias

Los dos primeros son específicamente objetos estelares; los tres restantes, por su aspecto y técnica de observación, se denominan objetos del espacio profundo. Solo las nebulosas son, en sentido estricto, objetos no estelares.

 


Observación de estrellas variables

De todas las observaciones estelares posibles de realizar, la de las variables es la más eminentemente diacrónica (a largo plazo). Una buena imagen de un cúmulo o una nebulosa nos puede servir para toda la vida. Del mismo modo, una estrella doble no necesita ser observada de nuevo, por lo general, hasta transcurridos unos cuantos años: hay dobles que no sufren variación durante siglos enteros. En cambio, las variables requieren una observación continuada: de nada serviría anotar lo que hemos visto un solo día, como en los otros casos.

Hay estrellas variables, como Algol, Delta de Cefeo, Eta del águila, Beta de Lira, etc. Que se distinguen fácilmente a simple vista y cuya localización en el cielo no ofrece dificultades de ninguna clase; por ellas debemos empezar. Pero en la mayoría de los casos, debemos poner buen cuidado en identificarlas, porque ninguna estrella variable posee notas indicativas, como los demás objetos celestes. A lo sumo podemos guiarnos, para las variables de largo periodo, por su fuerte color rojo pero aun así, son fáciles las confusiones: a menos de un grado de Mira brilla una estrella, tan roja como ella, que no es variable. Más de un novato ha tomado uno por otra, con los consiguientes lamentables resultados.

Para identificar una estrella variable, debemos conocer exactamente su localización, de acuerdo con las coordenadas celestes, para lo cual es prácticamente imprescindible disponer de un telescopio con montura ecuatorial. Una vez que tengamos la certeza de haber "metido" a la estrella variable en el campo utilizando el ocular de mas ancho campo que tengamos, es preciso distinguirla de las otras estrellas que aparecen en el. Unas veces la cuestión no ofrece dudas, otras sí, según los casos. Hace falta entonces de un mapa del campo. Si no lo tenemos lo haremos nosotros mismos, dibujando lo más exactamente posible, el conjunto de estrellas que vemos en la zona y atribuyendo a cada estrella una magnitud lo más aproximada posible. Más que la magnitud real nos interesa, por ahora, la Magnitud relativa de unas estrellas con respecto a las otras: por ejemplo, la que aparece en el centro es 0,5 más brillante que otra que esta 12´ al sur y 1,2 más débil que otra rojiza situada 30´ al oeste, etc. Al cabo de un tiempo (días, semanas, meses) notaremos que una de las estrellas ha variado con respecto a las demás. Una vez localizada es difícil perder una estrella variable; incluso si durante el mínimo desaparece de nuestra vista, recordemos con cierta simpatía de amigo ausente su posición, hasta que de nuevo vuelva a hacerse visible.

La segunda operación consiste en ir midiendo, lo más exactamente posible, las oscilaciones de la estrella. Es, repetimos, cuestión de práctica, y con el tiempo llegaremos a estimaciones muy precisas. Conviene tomar como patrones de referencia estrellas cercanas de brillo fijo y de ser posible, de magnitud conocida, lo más parecidas a la variable, tanto en brillo como en color. Así llegaremos a determinar el momento del máximo y del mínimo de la que estamos estudiando. Hay que tener en cuenta que no todas las variables tienen topes fijos de magnitud; sólo son seguras a este respecto las cefeadas, y similares y por supuesto, las eclipsantes.

La tercera y más importante operación cosiste en ir trazando, sobre un papel cuadriculado o milimetrado, la curva de luz de la estrella. Ello nos permitirá no solo fijar los principales parámetros de variabilidad, la relación de magnitud y período, sino observar detenidamente la naturaleza de sus oscilaciones. Hay curvas muy bellas como la de las cefeadas, las RR Lyrae, Las R Coronae Boreales, etc., pero las más interesantes son precisamente las irregulares. Y aquí es donde, estudiándolas con mucha paciencia, los aficionados podemos prestar el más útil servicio a la Astronomía.

La observación de estrellas variables, que presenta al principio ciertas dificultades, acaba siendo una aventura apasionante.

Observación de estrellas dobles

Por regla general, uno de los primeros objetos que nos presentan cuando comenzamos las observaciones astronómicas es una estrella doble. Que nos hagan aparecer en el ocular un pequeño punto rojizo y nos digan esa es una famosa estrella variable, apenas tiene aliciente. La imagen de una estrella variable es similar a la de muchas otras estrellas. La de una doble no: donde a simple vista apenas veíamos un punto, usando instrumentos se observan dos. Esta germinación de estrellas tiene siempre una cierta dosis de espectacularidad, como de truco mágico, para los novatos sobretodo cuando las dos componentes se muestran tan increíblemente cerca una de otra, que casi parece que se tocan. Sin embargo también es cierto que no lograremos obtener de las estrellas dobles todo su partido, hasta que estemos ya avezados en su observación. En realidad, deberíamos hablar de estrellas múltiples: las hay triples, cuádruples, hasta séxtuples. Lo que ocurre es que, como la gran mayoría de las estrellas múltiples son dobles, se ha generalizado la denominación hasta en los grandes catálogos o en las monografías científicas.

Las estrellas dobles, siempre que sean resolubles por nuestro instrumento, se denuncian por sí solas y raras veces requieren una laboriosa búsqueda. Por otra parte son tan abundantes en el cielo, que con frecuencia encontraremos muchas dobles que no estábamos buscando. Actualmente hay catalogadas más de 64.000 dobles y con un telescopio de 7,5 cm de abertura es posible observar 3000 como mínimo. No nos extrañe, por consiguiente, el hecho de que en el recorrido por el cielo que nos disponemos a efectuar, encontremos sobre todo estrellas dobles. Lo que si ocurre es que no todas pueden verse en las mismas condiciones. Algunas son de componentes muy débiles -o secundaria muy débil- por lo que requieren de una noche oscura y un ocular de poca potencia; otras, en cambio, brillan tan pegadas una de otra, que no conseguiremos resolverlas hasta colocar un ocular de fuerte aumento. El mayor inconveniente se da siempre en los casos de gran diferencia de magnitud. Sirio no ofrecería mayor dificultad para un telescopio de 8 cm si la estrella principal fuese, por ejemplo, de quinta magnitud.

En una estrella doble es siempre interesante determinar la magnitud de las componentes, su distancia, el ángulo de posición y los colores. La magnitud es más fácil de medir que en el caso de las variables, pues la mayoría de las dobles son fijas. La distancia se mide por lo general en segundos de arco. Para separar dos estrellas que disten 1" hace falta por lo menos un objetivo con una apertura de 12 centímetros, con 10 centímetros podemos llegar a 1,3" y con 7,5 a 1,5" si las condiciones son extraordinarias. Si disponemos de un objetivo de solo 6 cm, no debemos buscar dobles más cercanas entre sí que 2". La determinación de la distancia es difícil para un aficionado. Solo los grandes instrumentos pueden ir provistos de un micrómetro en condiciones. Tal vez el aficionado no sea amigo de las medidas de precisión ni tenga en su casa siquiera una tabla de senos, o de logaritmos. No lo acusamos por ello. La medida de distancias es indispensable si queremos especializarnos en la observación sistemática de estrellas dobles: pero no si nos basta con apreciaciones aproximadas
Cuando se adquiere práctica, somos capaces de calcular distancias a ojo con un error nunca superior a 10%.

Lo más espectacular en la observación de las estrellas dobles, en cuanto adquirimos un poco de experiencia, es el contraste de colores. Al principio, casi todas las estrellas nos parecerán de tonos muy similares. Luego, nos iremos dando cuenta de que existen diferencias muy tenues, pero de una delicadeza como no es posible encontrarla en este mundo. Tal vez una de las estrellas tiende a anaranjada y la otra es verdosa; o bien la principal es amarillo oro y la secundaria de un azul pálido. Por desgracia, cuando las dos componentes de un sistema son de similar magnitud, los colores son iguales, mientras que los contrastes más sorprendentes se registran cuando una estrella es mucho más brillante que la otra, y tal vez la deslumbra.

La observación de estrellas dobles es, salvo el problema de las distancias no siempre resoluble, la más asequible al aficionado. Puede hacerse en plena ciudad iluminada y en cualquier noche despejada del año. En cuanto vayamos descubriendo la belleza cromática de las componentes, es difícil que no nos gane la afición. Cada vez nos gustará desdoblar pares más y más difíciles.

 

Observación de cúmulos

M45Los cúmulos se disponen irregularmente en el cielo: en su inmensa mayoría se localizan en las proximidades de la Vía Láctea; las noches de verano o de invierno son las más adecuadas para verlos. Todo aficionado sabe de antemano que es un cúmulo abierto, o un cúmulo globular; pero solo cuando se convierte en observador descubre que hay cúmulos y cúmulos. Las fotografías de internet y los libros nos desorientan, porque presentan los M6objetos a distinta escala y hacen aparecer, según conveniencias de la reproducción, grande lo pequeño y pequeño lo grande. Hay cúmulos que pueden resolverse a simple vista, como las Pléyades (M45), otros que precisan de unos binoculares, y otros muchos que aun con los más potentes telescopios no pasan de parecer unas pequeñas motas de luz.

M46Hay más de 500 cúmulos abiertos catalogados; de los cuales unos 200 son asequibles a una abertura de 8 centímetros; pero para ello necesitamos observar en un lugar bien oscuro. La iluminación externa es fatal para los cúmulos débiles. Desde el balcón o la terraza de un edificio en una gran M47ciudad distinguiéremos bien una docena, veinte, treinta en el mejor de los casos. Algunos, como las Pléyades o el Pesebre (M44), son espectaculares en todas condiciones: otros nos parecerán pobres, y sólo se transformarán en pasmosos torbellinos de estrellas cuando podamos ir al campo y contemplarlos como es debido (Como M6, M46 o M47). 

Hay pues, cúmulos grandes y pequeños, fáciles o difíciles; pero no siempre la facilidad o la dificultad dependen del tamaño, sino también de la magnitud de las componentes y de su grado de concentración.

Las observaciones más completas son las que se realizan sobre cúmulos en los que es posible individualizar sus estrellas componentes, al menos las visibles con nuestro telescopio. El aficionado a la astronomía suele tener iniciativa e imaginación para aprovechar lo que ve. Aconsejamos anotar todas estas particularidades, e ir comparando unos con otros. El aficionado encontrará en ellos abundantes motivos de distracción y quizá pueda llegar a conclusiones útiles.

Un buen cúmulo abierto, brillante enjambre de soles, es siempre un espectáculo vistoso. Pero conforme vamos avanzando en el conocimiento del cielo, nos impresionará más la imagen, tal vez borrosa y débil, de los lejanos cúmulos irresolubles, manchitas a veces casi imperceptibles, que parecen pegadas al infinito. Con este tipo de cúmulos no podemos realizar estadísticas sobre componentes o mediciones en regla. En cambio, nos subyugara siempre la emoción por la increíble distancia a la que se encuentran.

M2Esa emoción la sentimos siempre al ver un cúmulo Globular. En este aspecto, los aficionados tenemos suerte. Se conocen más de 110 cúmulos globulares en nuestra galaxia. Con una abertura de 8 centímetros y escasa iluminación circundante, pueden observase unos 80. Con aberturas de 12 centímetros pueden observarse prácticamente todos. Los grandes cúmulos globulares como M13, M2, M3, M4, M54 y M55 etc., M3producen una sensación reconfortante, no son enormes como algunos abiertos y caben holgadamente en el campo del ocular: miden 5´, 10´, 15´ y algunos más. Pero son fácilmente visibles como discos borrosos, más brillantes en el centro y difuminados en los bordes.

Por lo general la regularidad de su forma es perfecta. Aunque al principio pueden parecernos azulados, casi todos ellos tienden al rojo, por su abundancia en estrellas antiguas: unos son amarillos, anaranjados, ocres, aunque M4gris amarillento es lo que predomina. Redondos, perfectos, bien definidos, inconfundibles en su aspecto, los cúmulos globulares tienen algo de majestuosos y difícilmente nos resignaríamos a no volver a observarlos. Veamos en estas fotos de cúmulos globulares, las diferencias que existen con respecto a los cúmulos abiertos expuestos anteriormente.

 

No obstante, hay situaciones que dificultan su observación. Algunos de ellos son más tenues, y para focalizarlos hay que practicar visión periférica. Su brillo dependerá sobre todas las cosas, de la distancia a la que se encuentren y de su magnitud, pero también influirá la contaminación lumínica que haya en el lugar en el que realizamos las observaciones.

Observación de Nebulosas

Las nebulosas ya sean difusas o planetarias, son los objetos celestes que más sufren como consecuencia de la iluminación artificial. En una ciudad fuertemente iluminada podremos ver muy poco además de la Nebulosa de Orión, M8 la Laguna, M17 Omega, M27 La Dumbbell, el fantasma de Júpiter y media docena de planetarias concentradas. En el campo, el número de objetos nebulares que llegamos a observar con un telescopio de 7,5 centímetros oscila entre 60 y 80.

De todas formas, hay que tener en cuenta que las mejores imágenes de las nebulosas no se obtienen por visión directa, sino mediante fotografía. Hasta con los telescopios más potentes, maravillas celestes como la nebulosa Norteamérica, la del Velo y la Cabeza de Caballo resultan decepcionantes. La fotografía suma luz con el tiempo; el ojo humano solo lo hace durante una décima de segundo. No veremos más claro un objeto por que lo estemos observando durante una hora; al contrario, se nos nublará la vista, Ello no quiere decir que la observación visual no valga la pena. La nebulosa de Orión es quizás el objeto más delicado y hermoso del cielo, y posiblemente el que recibe más veces la visita del aficionado. ¡Es magnífica! Otras son más difusas, pero su misma tenuidad encierra un atractivo espacial. Es posible que las nebulosas de gases posean una finísima tonalidad verdosa. Cuando estemos seguros de distinguirlas bien, conviene mover ligeramente el tubo del telescopio entonces se nos presentarán con mayor claridad.

Si el problema en la observación de las nebulosas de gases es su extrema difusión, el de las planetarias es por lo general su tamaño. Raras veces sobrepasan 1´ de arco de diámetro. Normalmente recorremos el cielo con un ocular de gran campo que es el de menor aumento, pero el más luminoso. Con él, debemos realizar todas las búsquedas y muy espacialmente la de objetos nebulares. Pero ocurre que con poco aumento, muchas nebulosas planetarias aparecen tan pequeñas, que solo distinguimos un punto luminoso y las confundimos con una estrella más. Entonces el procedimiento sería: ubicarlas con ese ocular, medir con cuidado las coordenadas y una vez que estamos seguros de haberla ubicado en el campo, sustituir el ocular por uno más potente. A lo mejor una de las estrellas se transforma en un disco gris o parduzco, entonces la estrella de la que sospechábamos, no ha de ser la nebulosa planetaria y necesitamos seguir buscando por los alrededores.

Observación de Galaxias

Siempre que el amante de la Astronomía quiera disfrutar del cielo profundo, no puede faltarle la dedicación a las galaxias. Son los objetos más lejanos que están al alcance de un observador aficionado y también los más grandes: cada una de ellas similares a la nuestra.

 

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